Cuando Stephanie Perfect se mudó a su nuevo hogar, notó que un tímido gato se asomaba entre los árboles al otro lado de la calle. Nunca pensó que este simple y pequeño momento, cambiaría su vida. El animal apareció en búsqueda de comida.
Stephanie le preguntó a los vecinos sobre él y le dijeron que sus anteriores dueños lo habían abandonado hace unos cuatro años, según contó al portal Love Meow. De vez en cuando, los vecinos lo alimentaban cuando lo veían por la calle. Pero cuando Stephanie lo alimentó, todo fue distinto. El gatito volvía a su hogar todos los días por su ración de comida.
Al principio, no comía hasta que Stephanie volvía a entrar. Se arrastraba hasta su porche, comía y corría al terminar. Esta rutina se prolongó durante aproximadamente un año.
De a poco empezó a quedarme más tiempo y Stephanie le hizo una casa con un recipiente y mantas. “Finalmente, descubrió que era un lugar seguro para él para pasar las noches frías y tormentosas”, comentó la chica.
“Cuando comenzó a confiar más en mí, se acostaba encima durante el día y simplemente pasaba el rato y disfrutaba de su nuevo hogar”, agregó.
A medida que pasaban los meses, el gatito se acercaba más y más al porche cuando sabía que era hora de ser alimentado. Incluso ya reconocía la voz de Stephanie. Una mañana, se despertó y se sorprendió al encontrar al adorable gato en el porche, mirándola fijamente. Intentó mantenerse quieta para no asustarlo.
Con lentitud se agachó y comenzó a acariciar su cabeza con suavidad, luego sus orejas. El animal se puso de espaldas y la dejó frotar su vientre. Desde ese día, se volvieron amigos inseparables.
Por fin pudo llevarlo al veterinario y ahí dio positivo el virus de inmunodeficiencia felina. Se preocupó, pero por suerte los gatos que lo padecen pueden vivir una larga vida, siempre y cuando los cuiden bien. Era necesario que el pequeño encontrara alguien que lo quisiera.
Luego ocurrió: el gato comenzó a entrar y a dormir a la casa por las noches frías. Poco a poco se fue acostumbrando a estar dentro de la casa. “Después de que aprendió a confiar en mí y me dejó acariciarlo, le presenté su primer juguete de plumas y se volvió loco, saltando y dando vueltas para atraparlo”, contó Stephanie.
Lo llamó Buddy y comenzaron las muestras de cariño. Dejó que lo tomaran y se fundió en los brazos y ronroneó de inmediato.
La vida ahora es bella juntos: “Buddy es cariñoso, cariñoso, ronronea muy fuerte con un sonido de suspiro. Ahora que no tiene que buscar la comida, es el que come más. Solo come comida enlatada con mucha salsa y generalmente solo lame alrededor de los trozos de comida para engullir la salsa”, dijo Stephanie.
Luego habló sobre su cambio: “Fue muy divertido verlo florecer de tímido y asustado, a un niño tan divertido y juguetón, cariñoso. Y no hace falta decir que está bien alimentado”.
El año pasado, Buddy decidió que quería formar parte de un hogar y pasa el cien por ciento del tiempo dentro. “Ahora vive como un rey”, según su dueña.
“Lo he tenido durante seis años y puedo decir que no estoy seguro de quién rescató a quién. Llena mi corazón con tanta alegría. Tengo tanta suerte de que me haya elegido como su persona en quien confiar”, comentó.